Cuanto menos se piensan las cosas, mejor salen. Prueba de ello fue el resultado de la noche de la Olleta.
Para no variar demasiado y siguiendo con la filosofía de "me la sopla todo", llegamos a la comparsa a la hora de cenar sin una mísera idea de lo que íbamos a hacer esa noche. Para los que no lo sepan, la tradición desde hace unos años hasta el presente, es disfrazarse como si del carnaval del mes de febrero se tratase, en este caso lo más normal es que se haga por escuadras.
Sentados en la mesa y con el plato de alubias delante de nuestra narices, empezamos a barajar las mínimas opciones que teníamos para participar en el desfile. Tras unas escasas deliberaciones, media escuadra por un sitio (Fran, Angel, Andrés y Cristobal) y la otra media por otro (Domingo, Toni, Miguel y yo), salimos disparados en busca del disfraz idóneo. Y vaya que si los encontramos. Al parecer el armario de casa de Andrés parecía el mismísimo perchero de disfraces de los Panre, todos bien ordenados y etiquetados con el nombre del disfraz.
No se quedó atrás la organización del armario de la cochera de mi suegra. Bolsas con diversas pelucas, disfraces equipados hasta con el último complemento necesario, y si por cualquier circunstancia le faltaba algo al que se eligiera, lo solucionaba abriendo los cajones de su casa y sacando por arte de magia lo faltante. Una máquina vamos. El caso es que todos elegimos la indumentaria que más nos agradó. Domingo de "Payaso", Toni de "Abba", Miguel de "Pirata" y el que falta de "Gnomo de jardín" como decía Dominguín.
El otro grupillo. Fran de "Pato", Angel de "Don Quijote", Andrés de "Pato con careta de muñeco de nieve" y Cristobal de "William Walas".
El caso es que nos lo pasamos estupendamente bien, y el resultado final y puesta en escena, juzgarlo vosotros mismos:
Y de regalo un vídeo con algunos momentos de la noche:
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